La voz de Dios se confunde
con la voz del miedo,
-cualquiera-
elija usted el que mejor le convenga
para seguir detrás de las piedras,
temblando.
Hoy, mi lunes despertó tendido al sol
sin cables ni amarras,
tendrías que saber que a mi lunes
se le evaporaron los ojos,
se le secaron las horas
y no hay café
-ni nada-
que lo haga sentir mejor,
hay mil voces pidiéndole el silencio,
exigiéndole el temor al siguiente paso,
al cambio de estación,
derrumbar lo que permanece en pie de mi ciudad
sobreviviente al bombardeo,
que /siendo sinceros/
aun no termina.
A veces la voz de Dios resuena en mi cabeza
-en lunes-
y me dice salta/ duerme/ atrincherate
contra la ventana.
Otras veces, es mi propia voz
la que me pide tregua,
un minuto de silencio o una hora de paz,
una noche de sueños
sin despertar de madrugada
sudando el frío
en el abrazo de mi almohada.
A veces la caída no termina,
a veces el mejor momento
no´mas no llega,
y todo se parece a la espera
de Esperanza/de Luz/de Paz,
Soledad es la que siempre viene
y no se calla nunca,
ni ante la /insistente/ voz de Dios,
al pie de mi ventana.
con la voz del miedo,
-cualquiera-
elija usted el que mejor le convenga
para seguir detrás de las piedras,
temblando.
Hoy, mi lunes despertó tendido al sol
sin cables ni amarras,
tendrías que saber que a mi lunes
se le evaporaron los ojos,
se le secaron las horas
y no hay café
-ni nada-
que lo haga sentir mejor,
hay mil voces pidiéndole el silencio,
exigiéndole el temor al siguiente paso,
al cambio de estación,
derrumbar lo que permanece en pie de mi ciudad
sobreviviente al bombardeo,
que /siendo sinceros/
aun no termina.
A veces la voz de Dios resuena en mi cabeza
-en lunes-
y me dice salta/ duerme/ atrincherate
contra la ventana.
Otras veces, es mi propia voz
la que me pide tregua,
un minuto de silencio o una hora de paz,
una noche de sueños
sin despertar de madrugada
sudando el frío
en el abrazo de mi almohada.
A veces la caída no termina,
a veces el mejor momento
no´mas no llega,
y todo se parece a la espera
de Esperanza/de Luz/de Paz,
Soledad es la que siempre viene
y no se calla nunca,
ni ante la /insistente/ voz de Dios,
al pie de mi ventana.