lunes, 7 de mayo de 2018

Me duele


Me duele, ese es un buen resumen.

Recostado en nuestros sueños,
con frío,
viendo pasar mis ganas por la ventana,
con la soledad a todo volumen,
con los recuerdos amarrados
a un insistente ti tac,
con los pies mojados,
las manos,
el alma de gotera,
mi vida de espacio vacante,
esta mirada sin mapas,
esta lengua llena de palabras
que no se dicen, ni se callan,
con las ganas de gritar
a mitad del pecho
a media calle
toda la noche
que duele,
desde la punta de mi cabello
hasta la escena en que pausamos
esa película que dejamos a medias
y que me resisto a ver
porque, carajo, no sin ti,
no con tu ausencia al lado
en donde antes estuvo tu risa
y tu manos acariciando mi rostro
convencieéndome de que la vida
no es una camino triste hacia la tumba,
que hay más sol después de la lluvia,
que las velas no están rotas
ni el puerto en cenizas
ni la pinche esperanza
ahogandose en su propio vómito
sobre la almohada,

que las cosas que callo
no se clavan en mi espalda,
que no perdí mi razón de reír
cuando se fueron tus labios,
que tu piel era mi casa
y ahora condenado
a dormir bajo los puentes,
en las esquinas de los bares,
en la banca de los por qués,
con la duda clavada en las uñas,
con la cara sembrada de despedidas,
con mi pecho
que no es nada sin tu latido,
y hay amor mío
que inútil los libros
y las canciones que dijimos
al oído
de las ganas de despertar en tu cuerpo,

sin ganas de volver
a estar sin ti,
sin poder estar contigo
porque amor se nos fue como arena
en los calzones,
como alcohol en la fiebre,
como hojas blancas en las noches
de puta soledad,

porque no llego,
ni me largo,
ni me encuentro,
y el frío hiere,
y el sol quema,
mis manos
desempleadas
sin tu cabello,
no tener tu mirada,
ni tu aliento
los lunes por la mañana,
ni la esperanza el resto de la semana,
ni tu voz de buenos días,
ni tu beso de buenas noches
hasta mañana
será un buen día
me acordé de tí
porque no estabas,
porque me descubro roto
sólo cuando me detengo
de hacerme pendejo,
cuando me atrapa el silencio,
cuando llego a casa
y quisiera que estuvieras
dormida en mi cama
esperando mis brazos,
igual que espero porque cruces
esa puerta
y digas: que todo era un mal día/semana/mes
que la vida es buena
porque regresaste,
que no me tiraste como un papel
arrugado, lleno de palabras
de esas de las que uno se arrepiente
cuando ya no puede seguir,
porque nunca hubo camino,
porque esto siempre fue un callejón
y no tuvimos valor para convertir los besos
en golpes de martillo,
en razones para decir regresa
no te vayas, te necesito, tanto, cuando, siempre.
y no sé que decirle a tu ausencia
que me llevó con ella.

Me duele,
ese sería un buen resumen.