Ya decía Cortázar en Rayuela, "todo dura siempre un poco más de lo que debería"
Voy a buscar un oído ajeno,
para acercar los labios,
la voz de mi, saliva, alma lejos
a la vuelta de la esquina
voy a decir:
el silencio de las aves
duele en los brazos
de los árboles,
hay espacios en blanco
para la desesperanza,
al calce, en cada página
de mis mañanas,
que despierto en cuerpos
que no conozco,
en nombres que no le dicen nada
en vientos, al agua que bebo,
hay silencios en las nubes
que me gritan si despierto,
abrazandome las ganas
o besando la espalda de un recuerdo
hay lluvia en los cristales,
dentro de los libros que no leo,
en la saliva de los que siguen vivos
y en la voz de los que ya están muertos,
el canto de las piedras
no encuentra un espacio hueco,
para calentar sus alas
o levantar un nuevo intento
de cantar los secretos de Dios,
el arrepentimiento del diablo,
la canción de cuna de los amantes,
las ganas de romperlo todo,
de romper cristales,
himen, labios, miedos,
la televisión cuando suena
cada noche el maldito noticiero,
de romper las manos,
que ya no intentan,
los labios que ya no cantan,
y el espeso rastro del silencio.