Me duele la panza, pero de esa manera sabrosa que duele después de hacer abdominales, lo mejor es que no hice abdominales, no precisamente al menos.
cuando me dijiste que vendrías a mi casa -si digo depa suena más a historia de conquistador- y me preguntaste si habría visita, sabía, o sospechaba, o al menos me hice la ilusión de que buscaras quedarte toda la noche; una cosa llevó a la otra, yo con ganas de ti, de recordar la forma de tu cuerpo -que ya cambió- de encontrar tu piel suave entre besos -pocos besos, que bueno-; una parte de mi estaba contenta, a la otra le extrañaba que el año iniciara contigo, que fueras mi primer aventura, largamente anunciada, esperada y a la vez tan sorpresiva.
podría arrepentirme
de tu cuerpo en mi cama
despojándose de la ropa/vergüenza/timidez
de mil labios avisándole a tu espalda
de las ganas de mis manos
de pasearse en tus pezones
de la urgencia de mis labios
por morderte y besarte el pecho,
de la cadencia de mi cadera
entre tus piernas
y entre tenidos
tenernos
desnudos
valientes ante el frío
podría arrepentirme
de adueñarme de tu sexo
y ser indiferente
de tus sentimientos,
de subir a la cuerda sin red
de protección
por precaución
por sentido común
y sin derechos
podría arrepentirme
de todo y más que esto,
mandar mi vida al diablo
por una noche entera
recostado en tu cuerpo;
pero de mi falta de amor
de salir sin heridas
-de mi propia cama-
sonriendo,
no podría arrepentirme,
// y no lo he hecho.
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