me falta tu risa, tu cuerpo,
tu voz de vida a medias,
de seda, de breve corazón,
de izquierda a derecha,
- mi mirada -
falta tu ropa jugando al escondite,
cuando más urgencia hay
de volver a casa,
a la tuya,
en que soy un extraño,
falta la promesa
que me inventaba,
por ridícula inocencia,
por confiar más en la desnudez
de tu cuerpo que de tu alma.
La media noche sigue intacta,
el café sigue dándome los
buenos días:
que bien, amaneciste vivo
después de todo,
después de mi fatalismo
de adolescente,
de mis nostalgias de viejo,
roble, piedra, hogaza de pan,
canto de ave,
- el canto de las aves
viaja más que sus propias alas-
sigue mi piel en combustión,
mi sonrisa en llamas,
que llamas con sinceridad
desde otra almohada
que no duerme en mi cama,
siguen mis manos
sobre las mismas cuerdas,
caminando a tientas,
probando que el tacto
es mejor idioma que el francés,
- o cualquier otro idioma
humano-
la furia, el odio, y el amor,
son idioma de Dioses
desde que Dios
leyó una Biblia
y empezó a creer en si mismo.
La media noche sigue intacta,
la sed de la noche,
el vaivén de la luna,
el suicidio lento y masivo/
de las estrellas
me falta recostar/
mis fantasías en tus manos,
mis labios en tu pecho,
la mirada en tu mirada,
que se agota como el tiempo,
me falta brújula,
manual de usuario,
un evangelio o el libro vaquero
para creer -ciegamente-
que hay un camino esperando
en alguna parte de mis pies.
Me falta piel de oveja,
veneno de alacrán,
razones para no largarme
a mitad de la función,
y es que no funciono
igual sin tu nombre
besándome la boca,
antes de dormir,
contigo, conmigo,
o con cualquier otra,
que ocupe tu ausencia,
que no se llena
estés o no
dándole un sentido
a lo alto de mi cama,
la media noche sigue intacta,
faltan estrellas, y la luna
se traga las palabras,
de mis manos
y no las remoja en el café,
de tus ojos a tu recuerdo,
no hay fotografías en la pared
que disimule las ausencias,
y que desde siempre
estuve condenado
a este pinche olvido.
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