que escapa de mi taza de café.
Con las cortinas abiertas
para que la ira se seque
con el sol y con la sal
del domingo.
Déjame odiarte para caminar
por las calles en que detuve tu marcha
para callarte a besos,
para sobrevivir a la oscuridad
en que aparté el miedo
con mis labios
y tu ropa con mis manos.
Déjame odiarte en cada canción
que me susurre tu nombre,
en cada butaca que no ocupamos,
en cada paso que no dimos
juntos, en los sueños,
en las camas que se quedaron
esperando a lo pendejo.
Voy a odiarte con la misma furia
con que ato mis zapatos
y desato mi corbata.
Voy a odiarte como único recurso
para ocupar mi cerveza en otro nombre
y mi almohada en otro sueño
de cabello alborotado.
Voy a odiarte porque ya no sé
que hacer con el amor
que dejé para más tarde
y que susurra tu nombre a mi oído,
suavecito en las mañanas
y tan dulcemente
- tan gandallamente -
cada vez que acerco
a la almohada mi cabeza.
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