Te ves hermosa de novia, y yo, no puedo más que imaginar la desnudez que conozco de memoria, bajo tu vestido.
No puedo decir a nadie, que nadie sospeche, que antes que otros, estuve yo, que viviste conmigo, una semana que no puedo contar a nadie, despertando conmigo cada mañana, preparando el desayuno, tendiendo a mis labios tu cuerpo y tu cadera, que en esa mirada de niña vi el deseo desboradandose en mis manos, que me dijiste basta deseando con toda el alma que no llevara nunca mi lengua, lejos de tu cuerpo.
Que bendición
Que bendición haber despertado,
en tu cuerpo, en la luz de tu deseo.
Haber medido a palmos
cada espacio de tu piel,
haber sabido el temblor
que provocaron mis besos.
Que bendición despertar
a tu lado, escondidos
en lo prohibido, en lo querido,
en lo imposible,
en lo que niegas a los cuatro vientos,
en los gemidos que recuerdan
las cuatro paredes alrededor de mi cama.
Que bendición recordar
la fragilidad de tu piel,
la forma de tu sexo,
de tu espalda,
de la perfecta redondez
de tus pezones.
Que fortuna no tenerte,
haberte dejado ir,
saberte feliz,
estrenando nombre/casa/apellido.
Que feliz verte sonriendo,
y tener memorizada tu piel
bajo tu vestido blando,
y conocer perfecto
la oscuridad de tus rincones,
y no decir nada,
y quedarme callado,
como cuando besaba tu vientre,
bajo, sospecha, de complice suicida.
Que bendición llevarte a la cama
entre recuerdos que guardo,
entre mis manos,
en las páginas de un libro
que nadie lee,
porque te escribí con mis manos,
te di forma con los labios.
Que bendición no decir nada,
cerrar los ojos y poder recordarte
con el detalle de un mapa,
que recorrí hasta el cansancio,
hasta quedar basto, basta de negarlo tanto,
yo sé y lo sabes,
que nadie, nadie podrá dejarte
como yo,
temblando.
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