La soledad me acompaña,
metáfora muerta
que hace remolino
en las heridas de mi espalda.
La noche está estrellando
su cara en mi ventana,
y yo escribo de la luna
que no tengo ni me llama,
de la mañana
que me abandona,
de una vida cansada.
Se abre el silencio
en mis manos,
hay ecos dormidos
por toda la casa.
La soledad se arropa
en mis brazos,
besa / rasga / rompe
mis labios que te buscan
en cada palabra.
Porque no estás,
porque tu cama te sonríe,
porque en tus sueños
no habito,
ni te toco,
ni te desnudo,
ni te he visto.
Aquí está oscuro,
sin nadie,
las aves duermen
o mueren, hasta mañana,
hay un sol que no me consta
del otro lado del mundo,
hay un final mejor
al otro lado del mar
a donde nadie llega nadando.
La soledad fuma
y no me invita de su cigarro,
se sienta a mi lado
o en la silla de en frente
a mirarme llorando,
con el llanto seco,
con todos los dedos
de mis manos,
con todo el miedo
de quedarme sembrado,
de romper mis alas
porque es tiempo,
porque siempre
- carajo -
nos alcanza el calendario.
El agua está helada,
la ventana es un abismo,
y yo,
tengo la mirada
clavada
en el último
punto suspensivo.
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