Debería poder cortarme las manos
para no recordar tu cabello
girando entre mis dedos,
lanzar por la borda el sabor de tus labios,
el beso que dura hasta esta noche
y que no quiero que termine,
quemar la forma de tu cintura
para mojar las cenizas
en mi taza de café.
quedarme callado o gritar
para ignorar tu pecho
que aún late en mi piel,
tantos sueños para prender fuego,
para apagar la luz,
para reclamar el olvido,
tanto amor para hacerme pendejo,
para seguir viviendo,
sin ti pero sonriendo
o respirando,
que no es igual, ni rima
pero funciona,
debería cortarme las manos,
clausurar mi boca,
mi mirada,
debería mantener tu recuerdo
intacto en mi poemas,
para volver a ti cada mañana,
cada noche de estrellas
y de lunas, pero sin sueños
que valgan la pena,
de seguir sin ti,
y contigo tejer todos mis sueños,
viejos, nuevos, pequeños,
repetir tus palabras apenas,
con la esperanza de que lo notes
o me perdones,
lo que suceda primero,
lo que pase mejor
el trago de cicuta al que me aferro,
porque te recuerdo y vuelvo a amarte
y me jode saber que esto
tiene habitación sólo en mi almohada,
que te recuerdo,
que te extraño,
te vuelvo aire y alas,
que te nombro breve,
en canciones, que a nadie canto,
en caminos que ya no me interesan,
porque ya no esperas
por el futuro,
que me mantenía de pie, cantando,
y me obligo a odiarte,
sin razón, y a olvidarte,
sin esperanza de que suceda.
Nos quedamos con la cerveza en la mano,
con el café helado,
con el sueño, mutilado,
al menos el mío,
el que te llamaba siempre,
siempre, siempre,
aún te amo, ¿qué importa?
aún te espero, ¿qué aporta?
a esta soledad, que no se va.
Yo mojo las canas,
nuevas todas,
en nuestra historia,
y elijo el café,
para cauterizar la herida,
¿qué besaste en mi boca?
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