Perdido de lado a lado de su cuerpo,
entre los espejos y los párques,
que ya no visita
porque está vacíos,
entre la misma canción de cuna
que no dice nada,
de esquina a esquina,
de su cama
a la calle a oscuras,
andando a ciegas
sin ruta y con el camino
equivocado.
Perdido desde la punta de los pasos,
hasta la punta de la lengua,
con las manos dando tumbos
asustando sus cabellos,
con el corazón angustiado
por despertar siempre
en el mismo pecho
pero en el lado
equivocado,
Perdido en el espejo,
en el vaso con agua
ardiente, ardiendo,
en combustión involuntaria,
entre cenizas y humo,
que no calientan
los rincones de su casa,
que no iluminan,
y que no dicen nada,
del -necesario- punto final
en el silencio
de este puñado
de palabras.
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